Preludio

Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo 
lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, 
impertinente amada que me cuenta amarguras. 
Entonces me habrán abandonado los recuerdos:
ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas
y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto
de nieve. 
El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta
mi fantástico asilo; mas yo lo habré escalado de brazo
con la muerte. Ella es una blanca Beatriz, y, de pies
sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis
dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no
lamentaré más la ofendida belleza  ni el imposible amor. 


                                                        José A. Ramos Sucre



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